Por: Carolina Mejías Rivera
Estamos tan acostumbrados a que nos tilden de irresponsables cuando decidimos luchar en contra del sistema, cuando le hicimos frente a lo que nos tocó vivir con dignidad. Esa dignidad que con orgullo cada líder comunitario presenta cuando habla de su gente. Cada barrio, parcela o residencial tiene una historia de lucha, unidad, compromiso y empatía que es inducido en la sangre de cada residente de la comunidad. Nuestra gente ha pasado por mucho y ha tenido que crecer en un desasosiego donde la impartición de terror, no nos da MIEDO. Donde las frases: “el que tenga miedo de morir, que no nazca” o “nos han quitado tanto, que nos quitaron el miedo” es nuestro diario vivir.
Este año 2020 nos ha tocado dar pasos difíciles de afrontar, sin recuperarnos del Huracán María nos tocó enfrentarnos a un terremoto que estremeció a toda la isla sin importar barreras de clases sociales. Evidentemente nos estremecimos tanto que evocamos solidaridad genuina en algunos casos y en otros se escondía la intención inofensiva del capitalismo del desastre.
La ayuda llegaba con el paquete incluido de “selfies”, promesas falsificadas en lástima y “ay bendito”. Sin embargo, con el pasar de los días la vida tenía que continuar y el Sur ya estaba siendo un dolor de cabeza. Es entonces, que empezamos a indagar y ver nuestra dignidad como un elemento invaluable para nuestra ciudadanía. De repente el secreto a voces se convirtió en acción y encontramos los vagones llenos de suministros en diferentes partes de la Isla.
Actualmente, para continuar con nuestra batalla inducida por la desigualdad social, nos enfrentamos al Coronavirus. Una gripe que ha sacudido al mundo con su gran fuerza y táctica no conocida, donde está matando a ricos y pobres por igual. No tenemos garantías de recuperación para nadie, aunque existen personas dadas de altas en los hospitales, está el riesgo de reaparición del virus. Las medidas tomadas para prevenir el contagio es la cuarentena, el aislamiento social.
Pero a nosotros no nos preocupa el contagio, nuestro desasosiego se concentra en la incertidumbre de no tener un techo donde dormir, el perder el único empleo que le da sustento a la familia, el no tener los recursos necesarios para continuar los estudios online, el estar en la casa con el posible agresor, el no saber cómo bregar con las personas con diversidad funcional dentro de la cuarentena, el no tener acceso a las pruebas y no saber cómo manejar un caso de contagio, el no tener acceso a la salud por no tener plan médico, el no saber cómo manejar la ansiedad, entre otras.
No se puede seguir perpetuando la desigualdad social en nuestra isla y se debe comenzar a crear mecanismos que protejan a todes por igual. La cuarentena es efectiva cuando no tienes a personas viviendo en la calle, agilizas los trámites de ayuda para las familias que todavía viven con toldos o que están durmiendo con los sellos amarillos o rojos en las paredes, cuando creas medidas para que nuestros viejos le lleguen artículos de necesidad y no tengan que salir de sus hogares, cuando contemplas diversas maneras para que nuestros estudiantes puedan completar sus estudios teniendo en cuenta que no todes tienen computadoras o internet, cuando se entienda que nuestra salud mental sigue trastocándose en cada ciudadano y se necesita sanar sin atropellos.
Nos quieren ver encerrados sin esperanzas mientras nos contagiamos, quieren echarnos la culpa de la propagación por no rendirnos y ser una plaga. Quieren callar nuevamente a una población acostumbrada a estar en la pobreza, porque el ser pobre es una condición mental que se cura con la frase “el que quiere puede”.
Es así como volvemos al combate de la vida, sin ayudas y con nuestras casas rotuladas del sello rojo y amarillo que denomina nuestra posición en la sociedad. Ese estatus social que nos enseñó a convertir el ser fajón en un estilo de vida; y la consideración social, en un sentido común. Nos hemos convertido en esa plaga que nunca muere y que se caracteriza por ser, estar y luchar.
Carolina Mejias Rivera es Directora del Laboratorio de Acción Cívica #EnAcción. Tiene una Maestría en Gestión y Administración Cultural de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.